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viernes, 2 de septiembre de 2011

Simplemente, quizás.

¿Por qué puede existir una atracción simple, de un momento? Se supone que tenemos todo lo que queremos a nuestro lado. Un chico que nos quiere, atento, FIEL. Y… ¿qué pasa? ¿Puede ser que precisamente por eso ya no lo queremos? ¿Puede ser que odiemos la perfección? De repente sientes un gran deseo por un chico que solo has visto en tres ocasiones, y solo una, donde han cruzado algunas palabras. ¿Qué es? ¿Será esa forma de ser tan ‘imperfecta’ lo que nos hace sentir vulnerables? ¿Será que la imaginación vuela demasiado alto imaginando cómo podría ser esa persona en nuestras vidas, por cambiar? De repente todo lo que está alrededor está de más, y lo que siempre ha estado ahí, está de menos. ¿Podemos echar de menos a alguien por el que ni siquiera tenemos sentimientos? Y, ¿se pueden morir en un momento los sentimientos que creemos sentir por una persona? ¿Los mata la rutina? ¿O simplemente nos autoconvencemos de que no los hay, y cuando lo perdemos es cuando de una manera mágica nos damos cuenta de que estábamos equivocados, que era el hombre de nuestra vida? De una manera u otra, todo prototipo de hombre, tiene que ver con una edad. De jóvenes nos gusta la emoción, la aventura, quien nos hace pensar cada segundo en él. Después pasamos a un hombre serio, con sentido de la responsabilidad, tranquilo… Pero, ¿hasta qué punto cambiamos tanto? ¿Se nos queda algo dentro de ese joven rebelde que quisimos al principio? Las personas cambiamos con el tiempo, o quizás no cambiamos tanto y nos obligan a hacerlo. 

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